Los fumadores se escudan en la resignación para dejar el dañino hábito. “Tengo los pulmones ya mal… para qué dejar el cigarrillo”, puede ser una de las respuestas a una sugerencia. El argumento no es razonablemente serio. A quien lo esgrime, le hace falta un sustento para validar su posicionamiento, validación que sí tiene el dejar de fumar. En un estudio publicado por la revista “The Lancet Healthy Longevity” sugiere que la importancia de dejar de fumar, incluso en la edad adulta, es fundamental para la salud cognitiva a largo plazo.
Si bien es normal que algunas capacidades se alteren durante la vida, hay factores nocivos que pueden acelerar el proceso. Entre ellos el tabaquismo puede introducir a la persona en fases iniciales de demencia. El experimento desarrollado en una población de 12 países, que incluyeron la recopilación de 18 años de datos cognitivos (2002-20) demostraron que los fumadores de 50 años suelen intentar dejar de fumar en menor cantidad que los jóvenes, pese a sufrir mucho más los daños del tabaco.
Casi que se autoconsideran un “caso perdido”. Pero la investigación pone de manifiesto que el dejar de fumar en esa edad es más positivo de lo que se piensa. Quienes lo hacen a partir de la mediana edad experimentan una desaceleración del deterioro cognitivo.
La pérdida de memoria también fue notablemente menos acusada, ya que se ralentizó un 20%. Esa disminución se asocia a un menor riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, por lo que los hallazgos de este estudio indican que dejar de fumar puede considerarse una buena estrategia preventiva.
Al principio no será fácil: la abstinencia
Es crucial entender que en el período inmediatamente posterior a dejar de fumar (días o semanas), algunas personas pueden experimentar déficits cognitivos, pero temporales. Esto se debe al síndrome de abstinencia de la nicotina. Los episodios pueden incluir dificultad para concentrarse, irritabilidad y, en algunos casos, alteraciones temporales en la atención y la memoria.
Lo importante para no sucumbir en la meta de dejar de fumar, es entender que el efecto es transitorio, una adaptación del cerebro a la ausencia de nicotina. Una vez que el cerebro se reajusta, los beneficios a largo plazo superan con creces esta dificultad inicial que desembocará en mejorar la función cerebral a medida que se envejece.