Lograron lo imposible: Siembran pilas y baterías gastadas para cosechar combustible limpio

Un grupo de investigadores ha logrado lo que parecía imposible desde el punto de vista técnico: obtener combustible limpio a partir de pilas y baterías gastadas. Cuando dejan de servir para su función, que es cargar, pasan a convertirse en un problema ambiental urgente. Este tipo de dispositivos concentran metales tóxicos como plomo, litio, cadmio y mercurio, que pueden filtrarse a través del suelo y el agua. Por medio de estas vías, contaminan los ecosistemas y suponen un peligro para la salud humana y la biodiversidad cercana.

Las baterías gastadas mal gestionadas son una amenaza para el ser humano y la biodiversidad

Después de que Asia creara la batería del futuro, el mundo no le quita los ojos de encima a los nuevos experimentos hechos con pilas y baterías gastadas. La incorrecta gestión de estos dispositivos deriva en la emisión de gases de efecto invernadero durante su proceso de descomposición, contribuyendo de esta manera al cambio climático. Resulta crucial impulsar la óptima gestión y reciclaje de baterías para minimizar su impacto ambiental.

Las baterías gastadas y desechadas se transforman en un severo problema para la humanidad y el medio ambiente. Además del daño que ocasionan cuando se filtran en el suelo y el agua, el incorrecto desecho de baterías contribuye de manera significativa a la producción de residuos tóxicos y el avance de la contaminación ambiental. Un camino sostenible para manejar las baterías gastadas es su reciclaje en centros especializados. Sin embargo, ahora ha surgido una vía diferente que tiene al mundo en vilo.

Usar baterías gastadas para cosechar combustible limpio, el nuevo concepto que llega del exterior

Un grupo de investigadores de la Universidad Técnica de Viena han creado una metodología capaz de transformar las baterías gastadas en metano, un combustible más limpio que los tradicionales. De esta manera, acaba con dos de los problemas con los que se enfrenta el ser humano hoy en día. Por un lado, la amenaza que suponen las baterías gastadas mal gestionadas y, por otro, la creciente demanda de combustibles limpios.

Las baterías de teléfonos celulares, computadores o vehículos eléctricos reportan una vida útil acotada. Al agotarse su capacidad para brindar energía, acaban frecuentemente en vertederos, ya que su reciclaje implica altos costos y procedimientos complejos. Es entonces cuando los metales pesados y compuestos tóxicos de las baterías consiguen filtrarse en el suelo y el agua.

El equipo austríaco ofrece un sistema capaz de extraer esos metales de las baterías para elaborar un nanocatalizador. Al combinarlo con hidrógeno, transforma el dióxido de carbono en metano. Todo dentro de un proceso eficiente y limpio. Se diferencia de otras tecnologías de conversión en que no necesita de temperaturas extremas.

Funciona a unos 250 grados centígrados, haciéndolo más viable para una adopción industrial escalada. Pero ¿qué pasa con los catalizadores? Cuando pierden eficacia, es posible reciclarse para, a su vez, desarrollar catalizadores nuevos.

Las baterías sirven para mucho más de lo que creíamos

El avance proyectado por el equipo de Viena apuesta por un trascendental cambio de paradigma. Lo que hasta ahora se ha visto como un problema nocivo y complejo de resolver, se ha convertido en parte de una solución revolucionaria. Un claro ejemplo de cómo la tecnología puede dar giros de 180 grados y favorecer la crisis ambiental desde su interior.

Proporciona una nueva visión de futuro marcada por el ingenio, la economía circular y la innovación. La innovación que llega desde Austria brinda una alternativa ecológica para tratar las pilas y baterías gastadas, potencialmente peligrosas. Ahora ese peligro se traduce en oportunidades de crecimiento y un nuevo panorama ambiental. En paralelo, Argentina ha dado un paso hacia el futuro con la construcción de una batería gigante.