Juliana Marins, la joven brasileña de 26 años que había caído a un volcán en la isla de Lombok, Indonesia, fue hallada sin vida este martes por los equipos de rescate. La mujer estaba atrapada allí desde el sábado 21, mientras realizaba una excursión junto a un grupo de visitantes.
En la cuenta de Instagram @resgatejulianamarins escribieron: “Hoy un equipo de rescate logró llegar al lugar donde estaba Juliana. Con mucha tristeza informamos que no resistió. Seguimos muy agradecidos por todas las oraciones, mensajes de afecto y apoyo que hemos recibido”.
El cuerpo fue localizado por los rescatistas en una zona de difícil acceso llamada Cemara Nungal, donde las operaciones se vieron complicadas por la espesa niebla, condiciones climáticas adversas y un terreno sumamente escarpado. La visibilidad reducida dificultó incluso el uso de drones y herramientas de localización.
“Después de la observación, se encontraron dos grandes salientes antes de llegar a la víctima, haciendo imposible instalar el ancla. El equipo de rescate tuvo que escalar para alcanzar a la víctima”, detallaron las autoridades del parque.
Quien era Juliana Marins
Nacida en Niterói, ciudad costera del estado de Río de Janeiro, Juliana era licenciada en publicidad y trabajó en el sector de la comunicación. Quienes la conocieron la describen como una mujer independiente, sensible y profundamente conectada con la naturaleza, lo que la llevó a dejar su empleo para emprender una travesía en solitario por el Sudeste Asiático.
Amante del deporte y la vida al aire libre, practicaba senderismo, escalada y pole dance, disciplina que combinaba fuerza, danza y expresión personal. Cada aventura, cada encuentro y cada reflexión quedaban plasmados en su cuenta personal de Instagram, donde construía una comunidad virtual con otros viajeros.
En febrero de 2025, la joven comenzó su solitario viaje al Sudeste Asiático sin fecha de regreso. Eligió Tailandia, Vietnam, Filipinas e Indonesia como ruta de viaje. En cada país se internó en regiones naturales, alejadas de las grandes urbes, camino montañas y se alojó en comunidades rurales.
En su cuenta personal de Instagram documentó cada aventura. Marins alternaba imágenes impactantes —atardeceres, selvas, cimas— con reflexiones profundas sobre la soledad, el miedo y el crecimiento personal. También hablaba de los vínculos que nacen en el camino: guías locales, otros viajeros, mujeres solas que encontraba en albergues o caminos de montaña.